Hoy es una de esas noches en las que la inspiración azota mi mente, me invade y me motiva a escribir para ti. En este momento no importa si me lees, o si lees a medias, no me importa. Sé que esto lo leerá quien esté listo para leerlo.
Resulta ser, que tengo un hermano con baja visión. O lo que es lo mismo, con una discapacidad visual. Él tiene un 1% de visión. Pero con ese porcentaje, hace más de lo que muchos de nosotros.
Siempre ha sido una motivación en mi vida. Un ejemplo. Una bofetada por cada vez que me he sentido acobardada para hacer determinadas cosas.
Él aprendió a andar en la calle, solo, mucho antes que yo. A cruzar avenidas, a andar por la ciudad. A ir a juntas de trabajo sin compañía. Claro… que más de una vez algún cable de esos que tienen algunos postes, terminó ensartado en su cara. Y algunos muchos escalones lo hicieron casi perder el equilibrio. Pero eso nunca lo detuvo.
Siendo muy niños, recuerdo que le pedí a Santa un triciclo Apache rojo. Ah pues él quiso uno amarillo. Nos llevamos por dos años. Y entonces la orden de mamá era: “ve delante de tu hermano, (mi madre me ponía ropa vistosa para que mi hermano pudiera seguir mi triciclo siguiendo el coloro vivo de mi ropa) y ve despacio para que él pueda seguirte”. Entonces a mis escasos 3 años, recuerdo que me convertí en la compañera de juego y cuidadora de mi hermano. Aunque finalmente comprendí con los años, que era yo la que aprendía de él. No él de mí.
También jugaba futbol con mi hermano mayor y dos amiguitos más. Hoy lo recuerdo, y me pregunto cómo lo hacía…
Mis padres lo mandaron a un internado en otra ciudad, para que aprendiera a ser independiente. Y él tenía que ir solito a la carnicería a comprar su bistec, para que alguien se lo cocinara (te estoy hablando de un niño de primaria, solo, en una ciudad en donde no había ni parientes ni amigos).
Él tendía su cama y lavaba su ropa interior en ese internado.
Años más tarde, lo invitaron a participar en las Olimpiadas especiales. Se trajo varias medallas de oro, plata y bronce en deportes como: lanzamiento de jabalina (aunque no lo creas), salto, fut bol, y no recuerdo qué otra. Aún conserva esas medallas… hasta en el diario local salió.
Un día, siendo ya un joven músico y compositor, se le presentó la oportunidad de hacer música para el Vaticano. La idea era que viajara a Roma, para grabar un disco allá, y tener una audiencia con El Papa Juan Pablo II. Recuerdo la cara de angustia de mi madre, cuando le dijo: “Mamá, en seis meses me voy a Italia”. Fue a una librería, y se compró un paquete de un curso de italiano en audio cassettes.
El muy recabrón, se aventó el curso completo, y meses más tarde, se estaba largando a Italia a grabar.
Claro está, que el trato que le dieron allá fue lleno de atenciones. Si mal no recuerdo, se quedó un mes. En esos tiempos, no había WhatsApp ni nada de eso. Así que mi madre, tuvo los ovarios en donde normalmente van las amígdalas, imaginando y pensando cómo estaba su hijo. Hasta que él podía llamar y contarnos un poco cómo estaba.
En ese tiempo, lo que él me enseñó fue a perder el miedo a viajar sola. Siempre fui de ese tipo de hijas que están pegadas a la madre. Y que no se animaba a hacer algo así por nada del mundo.
Hoy, vive solo, y se le ha ocurrido la genial idea de tomar clases de cocina. Su reto ha sido, encontrar un maestro con experiencia en personas ciegas. Me he reído bastante al teléfono con él hace un rato, y le dije: “¿Ahora resulta que cuando vaya a visitarte, tú cocinarás para mí?” los que me conocen, saben que odio cualquier labor doméstica, y que prefiero pagar por ello, antes que hacerlo. O dejar que alguien que me quiera mucho amablemente lo haga por mí jajajajajaja (¡qué descarada!).
Sé que lo va a lograr. Sé que aprenderá a manejar cuchillos, estufa, procesadores de alimentos, etcétera. Ya comenzó a ver (¿o escuchar?) tutoriales de cocina jajajajaja.
Y lo que deseo compartir contigo, es: ¿Cuántas veces te has sentido incapaz de hacer algo? ¿Cuántas veces has dudado si podrás o no? ¿Cuántas veces te has puesto límites y barreras tú solo, sin antes poner a prueba tus capacidades? ¿Cuántas veces has sentido lástima al ver a una persona con “discapacidad”, y no te has puesto a pensar en tus discapacidades mentales? Esas que te limitan y acobardan ante los retos de la vida. O que te hacen depender de otros para salir adelante en la vida.
¿Cuántos maestros de vida tienes en este momento junto a ti, y no te has detenido a pensar, a observar, a beberte de ellos con humildad toda la enseñanza y sabiduría que te están regalando? Y que por ser egocéntrico y sentirte perfecto y completo no ves. Terminando siendo tú más ciego que aquel que no ve…
La vida está llena de maestros. El problema es que no queremos ser alumnos. (Yo soy la de la faldita azul. Mi hermano el de playera a rayas. Desde entonces, inseparables maestro y alumna).