Por alguna situación especial, a últimas fechas he metido mi nariz al Japón moderno para estudiar algunos fenómenos que están manifestándose en la sexualidad de las personas de este gran país, admirado por muchos (yo entre ellos), por su gran disciplina y entrega.

Recuerdo que mi madre admiraba tanto a los japoneses, que me motivó a estudiar japonés hace unos 25 años. He de admitir que no pasé del hiragana y katakana. El kanji no fue lo mío.

Es verdad que hay mucho que admirar de Japón. Sin embargo, creo que como en todo país, no todo lo que viene de allá es un ejemplo a seguir. Y por el contrario, podría ser un reflejo de lo que no deseamos en un futuro.

Una de las descripciones que encontré en torno al tema de la sexualidad en el Japón actual, fue la de “los sin sexo”, tema que me atrajo como un imán. Anteriormente, ya me había llamado la atención este país por la fabricación de juguetes sexuales, los diseños más increíbles y avanzados vienen de allá. Pero “los sin sexo”, jamás lo habría imaginado (al menos no por esos motivos, que nada tienen que ver con los diversos niveles de deseo que cada ser humano puede experimentar, siendo parte de su ser sexuado).

En los últimos años, ha aumentado considerablemente el número de personas en Japón que no tienen una vida sexual activa. Simplemente no hay apetito, no lo desean, y tampoco creen que sea algo que les haga falta. Los jóvenes no desean casarse, e invierten su dinero en ellos mismos. Ya sea sus carreras, estudios o artículos personales, viajes, etcétera.

¿Los motivos? La economía, “los hijos salen muy caros”. El empleo: “trabajamos demasiadas horas, estamos cansados”. Las mujeres se enfocan mucho en el trabajo. Y cuando se quieren casar, seleccionan hombres con poder adquisitivo. Un hombre que no gane bien, será absolutamente descartado como candidato a pareja. A las mujeres se les pide que decidan entre trabajar, o dedicarse al hogar, no ambas cosas. Por lo que se deciden por trabajar y ser independientes. De hecho la mujer japonesa moderna es muy poderosa en ese sentido, y no está interesada en pasar del yugo paterno al yugo del esposo.

Hombres y mujeres han perdido el interés en el matrimonio, porque consideran que ya no hay una garantía en las relaciones. Ya están decepcionados de saber que no encontrarán lo que desean en una relación.

Sabemos que dentro de su cultura, no están bien vistas por ejemplo las demostraciones de afecto en público, ni siquiera tomar de la mano a sus esposas, casi siempre ellos caminan delante de ellas. Y en general el japonés es “frío”, pues no demuestra sus afectos ni aún en la intimidad familiar. Para ellos esto es normal y no lo ven mal. Sino como una forma de respeto. Es parte de su cultura.

Pero esto, aunado a la modernidad, ha llevado a desarrollar otras cosas. Cada vez son más las parejas que no tienen una vida sexual activa y permanecen casados. Pues el japonés no se divorcia. Hay personas que tienen encuentros 1 vez al año, y no se consideran dentro de la categoría de “los sin sexo”.

Al sumarse las costumbres con la tecnología y la forma en la que ésta nos ha atrapado, tenemos sociedad es, como la de Japón, cada vez más aisladas. Si esto no estuviera repercutiendo negativamente, y siendo tema de estudio entre investigadores y psiquiatras del mismo Japón, no habría mayor conflicto. Pero la verdad es otra. Y esto repercute evidentemente en la sexualidad de todos ellos. Mientras pensaba en todos estos datos al leer, más me preguntaba, ¿hacia dónde vamos? No solamente Japón, sino todos.

Esto ha generado en cadena, un boom en las famosas novias virtuales, que son apps donde puedes “diseñar” tu novia ideal, y sacarla a pasear (tú y el dispositivo con tu novia), llevarla al cine, ir a un restaurant “con ella”. Y también, el fenómeno de las real doll robotizadas, en las que un japonés puede invertir hasta 10,000 euros (poco más de 200,000 pesos mexicanos). Tenerla en su casa e incluso es común ver cómo las sacan a pasear montadas en sillas de ruedas. Charlan con ellas, acuden con su real doll a un bar a tomar una copa y “charlar”.

Ha aumentado también el consumo de pornografía, principalmente en hombres con menos posibilidades económicas.

Las exigencias de la cultura japonesa han desencadenado también en otros fenómenos como los karoshisatsu (過労自殺), o personas que se suicidan por estrés laboral. O los karoshi (過労死) que llegan a morir por el estrés laboral, ya sea de un infarto, de un derrame cerebral, por efectos del estrés o por no dormir lo suficiente. Y los hikikomori, personas viven como ermitaños modernos, solitarios que se retiran de todo contacto social y, a menudo, no abandonan su casa en años, motivados por creerse no competitivos o inferiores a las exigencias laborales y académicas de la sociedad japonesa. Que, según muchos de ellos, pareciera ser una sociedad monocultural –todos deben pensar igual, y cualquier persona que salga de esa norma, será mal visto, y por lo tanto, hecha a un lado-.

¿Podemos imaginar la sexualidad de estas personas? Yo sí. Con todo lo que esto trae como consecuencia.

Sin duda, los japoneses son ejemplo en disciplina, excelencia, perseverancia, orden. Pero les ha faltado encontrar el equilibrio. La justa medida entre la exigencia y la exigencia basada en el potencial particular de cada individuo. Un país contrastantemente espiritual, donde irónicamente, el contacto y respeto a la naturaleza son lo principal. Curioso que no se piense en respetar la propia naturaleza humana al bajar los niveles de exigencia.

En fin, este artículo no es una crítica negativa a ese gran país, sino una alerta sobre el destino al que puede llevarnos es estrés por la economía, por sobresalir en cualquier ámbito de la vida, por ser competitivos ante demandas que no están bien definidas, donde siempre, en todo se te exige más y más. Y si trasladamos esto al tema de la sexualidad, son muchas las exigencias hacia hombres y mujeres, desde el tamaño del pene, rendimiento en la cama, los kilos, las formas, medidas, aspecto, cánones de belleza, que pueden provocar serias depresiones en quienes se creen no aptos o calificados, derivando en el aislamiento que ya viven muchos en Japón. En más y más personas como “los sin sexo”.

Volteemos nuestra mirada hacia donde no deseamos estar. Para que oportunamente hagamos algo para evitarlo, y comencemos por vigilar lo que ven nuestros hijos, lo que les enseñamos, lo que les exigimos para, “ser aptos, calificados o capaces de: ________”.

Y recuerda que el mayor placer, te lo da el saber.

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Sexóloga Sustantiva. Educadora, conferencista y activista de los derechos sexuales. Máster en Educación Sexual y Sexología. Universidad Alcalá de Henares. Madrid, España.

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