No, la verdad es que no recuerdo que alguien me haya hablado de esto. Al contrario. Más bien recuerdo prohibiciones. Recuerdo que este era un tema del que no se hablaba en casa. Y todo esto me hace recordar algo que ni siquiera saben mis hermanos, y confieso que es la primera vez que escribo sobre esto.
Yo era joven, quizá en mis veinte. Mis padres estaban discutiendo, recuerdo que me acerqué para escuchar mejor. Mi padre, que era médico, le preguntó a mi madre:
—Lucy, ¿qué vamos a hacer con las necesidades sexuales de tus hijos?
Mi madre enfureció, y le pidió que se callara. Le gritó y lo corrió de la habitación. Mi padre simplemente salió y mientras se alejaba, decía: “¡Te estoy hablando de algo importante!”
Hoy, 28 años más tarde, comprendo perfectamente la preocupación de mi padre. Las necesidades sexuales y eróticas, son algo implícito en el ser humano. Las tenemos por ser sexuados, y todos sin excepción somos sexuados. Pero caray, de esto nadie nos habla. Nadie reconoce esta necesidad. Así como tampoco nadie nos dice cómo desarrollarlas. Aún recuerdo la cara de espanto de mi madre cuando a mis 8 años, le pregunté qué era un orgasmo. Por cierto, también me corrió de la cocina y me mandó a jugar.
Siempre fui una niña adelantada. Y como no se satisfizo mi necesidad de saber, recuerdo que corrí a la enciclopedia Larousse que tenía mi padre en el librero. Obviamente no entendí absolutamente nada: “grado máximo de excitación” ¡Uff, qué es eso!
Mi duda nació cuando vi en casa de mi abuela una revista Vanidades, cuya portada anunciaba: “Todo lo que deseas saber sobre el orgasmo”. Recuerdo que me robé esa revista. La escondí en la mochila que me llevaba con ropa para pasar algunos fines de semana con la abuela. La leí, pero no entendí nada. Tenía 8 años. Ahora me pregunto de dónde nació mi inquietud, seguramente alguien lo mencionó y mi mente de niña quiso saber. Pero todo el circo que se armó cuando externé mi duda, no hizo más que acrecentar mi deseo de querer saber.
Si era tan escandaloso eso que yo preguntaba, evidentemente ¡yo quería saber! Pero, nunca lo supe. Y lo experimenté por primera vez en mi vida, después de los 33 años. Sí, como lo lees.
Hoy, como sexóloga, reconozco el valor primordial que debería de tener para toda persona, interesarse en el desarrollo de habilidades eróticas, y de todo lo que se requiere para ello. Porque es un derecho. Y porque acceder al placer de forma informada y consensuada es lo mejor que podemos hacer.
Así como te metiste a clases de canto cuando descubriste que tenías buena voz, así como te metiste a clases de cocina cuando viste que te apasionaba, así, de la misma forma te aconsejo, que adquieras herramientas que te permitan desarrollar tus muy particulares y peculiares habilidades eróticas. Nadie debe decirte cómo ser o cómo amar. Pero sí que podemos decirte cómo construirlas, a tu manera, sin parecerte a nadie, sin que seas una mala copia de ninguna persona.
El primer paso, es perder el miedo a la sexualidad. Y el miedo, irónicamente, se pierde con conocimiento.
En mi web puedes encontrar diversos cursos que damos continuamente, tanto presenciales como online, mismos que te ayudarán a profundizar más en este tema.
Recuerda que “el mayor placer, te lo da el saber”.