Hace un par de días, me contactó un hombre por redes sociales, donde me decía: “busco experimentar con una mujer diferente a mi esposa un encuentro sexual ¿Qué tan malo o válido es? #MeUrge”
Intercambiando mensajes con él, me dijo que hacía aproximadamente un año no tenía relaciones con su esposa, porque simplemente ella ya no quiere, ya no le apetece.
Yo le pregunté si había tocado este tema con ella, y me dijo: “piensa que soy un patán x andar pensando en eso (en desear tener encuentros sexuales), además me ha visto ver el trasero de sus amigas”.
Bueno, veamos hasta aquí… Independientemente de que tendríamos que averiguar el motivo por el cual ella ya no desea tener encuentros con su esposo, lo que sabemos es que tenemos un matrimonio, donde uno de los dos ya no desea encuentros íntimos, y el otro tiene un deseo frustrado, no satisfecho, ha recurrido a la masturbación, pero ahora siente la necesidad de estar con otra mujer.
Seguramente aquí tendremos diversas opiniones del público. Unos dirán que él debe respetar el “NO” de ella (con lo cual estoy de acuerdo). Otros dirán que entonces él tiene derecho a tener encuentros fuera del matrimonio. Y es en este punto donde surgiría la polémica.
Si hablamos de equidad:
¿Por qué él debe respetar el “NO” de ella y ella no puede abrirse a comprender las necesidades sexuales y eróticas de él?
¿Por qué ella le dice que es un patán por andar pensando en “eso”? ¿Realmente lo es por desear?
Sé que socialmente, estamos acostumbrados a etiquetar a los hombres como “patanes”, por pensar y desear encuentros sexuales, sexo, o como desees llamarle. Pero, ¿lo hacemos desde una postura moralista? ¿O realmente nos detenemos a pensar sobre ello? ¿O será que las mujeres no tenemos deseos sexuales?
Definitivamente no. Ni lo razonamos, ni es que nosotras no deseemos.
En lo personal, cuando este tipo de conflictos suceden (que debo aclarar que a veces es el hombre el que evade el encuentro y la que lo desea es ella –hablando de parejas heterosexuales-) me parece que es cuando debe darse en la pareja el espacio para el diálogo y valorar varias opciones como podrían ser:
- Realizar juegos y dinámicas donde ella participe de una forma tal, en la que no tenga que acceder a la penetración en sí (cuando es esto lo que no se desea), usando por ejemplo las manos para masturbar a la pareja, o algún juguete masturbador manipulado por ella, de tal forma que puedan estar juntos sin que ella se vea forzada a una penetración que quizá no le apetece.
- Acordar juntos y en mutua comprensión de las necesidades y deseos de ambos, que él pueda tener una amante con la cual poder vivir esta parte de su vida, sin necesariamente crear vínculos afectivos. –Muchas parejas han logrado esta negociación de mutuo acuerdo y les funciona.
- Reconocer que ya obtuvieron de esa relación lo que tenían que vivir, y aceptar adultamente que ya no es lo que ambos desean o necesitan y separarse con comprensión y amor (lo cual suena muy a utopía pero que sería ideal que ocurriera).
Sé que muchos dirán: “y qué no puede aguantarse o masturbarse?” Sí, sí puede. Pero, ¿y si no quiere? ¿Si necesita, desea y quiere el encuentro piel a piel? ¿Quién puede levantar la mano y negar ese derecho?
Ambos deben dialogar en los motivos que los hacer estar en pareja. Pueden ser otros motivos que no sea el encuentro, y eso también es válido. Pero en este caso, su “#MeUrge”, decía mucho de lo que sucede en sus deseos y necesidades.
Comprender que pueden existir diferencias en las necesidades de ese encuentro erótico entre uno y otro sujeto es aún muy complicado para muchos. Nos han hecho creer que “es normal tener ganas”. Tenemos la opción de trabajar la regulación de la frecuencia del encuentro, la cual se debe hace poco a poco con un asesoramiento, y siempre y cuando sea algo que ambos deseen, forzado no funciona.
Pero cuando esto no es así, suena muy egoísta no comprender las necesidades eróticas del otro, y que independientemente del amor, compromiso y lealtad que se tengan, esto es algo que se debe dialogar.
Amarrarse la entrepierna por “no quedarle mal al otro”, además de ser injusto, es algo que tarde o temprano revienta por lo más delgado, y entonces es fácil caer en la infidelidad. Y luego es frecuente escuchar: “¿Por qué me hizo eso?” “Es un desgraciado”. “Tenía que ser hombre”. “Todos son iguales, solo quieren andar cogiendo”… ¿te suena?
Y no se trata de defender a los hombres, no. Se trata de apostarle a la necesidad de comprender desde la razón, y no desde la emoción o los moralismos mal comprendidos.
El dialogo nos llevará a encontrar la mejor opción para nuestra relación.
Eugenia Flo
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