¿Qué eres, niño o niña? Pero, ¿cómo es eso? ¡Explíquenme por favor!

¡No es normal que te guste eso! ¿En serio eso te gusta?

¿Claudia?, ¿Qué no eras Carlos?

Estas preguntas las escuchamos infinidad de veces por todos lados. En la calle, en la familia, entre amigos.

Y es que nadie nos ayuda a comprender un poco más de qué hablamos cuando hablamos de ese basto universo que es la sexualidad humana.

Así que espero que esta nota pueda ayudarte un poco a comprender.

Hablamos de hombres y de mujeres y de la forma en la que interactuamos. Al hablar de sexualidad, hablamos también de sexualidades (en plural). No solamente porque estemos hablando de los dos sexos, sino porque son tres aspectos los que debemos de considerar, y que son los que estudia la sexología:

El sexo que se tiene: se refiere a nuestros genitales. Genitales de hombre o de mujer. Cuando nace un niño o una niña, los padres lo festejan. Y el error consiste en generarnos la expectativa de que será heterosexual “porque eso es lo normal”, “porque en mi familia es así”. Compramos todo rosa o azul, muñecas o carritos. Y dejamos de lado otras cosas que tarde o temprano podrían manifestarse, según el caso. Este es el sexo que se confunde con el siguiente, con el que se hace.

El sexo que se hace: Lo que conocemos como la erótica. Ese amplio abanico de expresiones, prácticas, gustos, placeres, atracciones, deseos que podemos realizar y/o imaginar en solitario o en compañía de otro u otra.

La forma en la que interactuamos. En qué jugamos en la intimidad. En el encuentro. Esas formas que son únicas en cada relación. Que me hacen ser de una forma cuando estoy con alguien, y vivirlo de manera distinta cuando cambio de pareja. ¿Te ha pasado? Que con alguien disfrutas unas cosas que con otro u otra no, y que con cada uno descubres y redimensionas tu sexualidad experimentando cosas, emociones, sensaciones y sentimientos distintos? Ah bueno, pues a eso nos referimos con el sexo que se hace.

El sexo que se es: Nuestro cerebro, es el que hace que nos sintamos hombres o mujeres. Esto no siempre corresponde con el sexo que se tiene, es decir, con los genitales. Sucede con muchísima más frecuencia de la que se cree. Por eso es importante conocer más sobre esto. Y es precisamente este, el sexo que se es, el que podríamos decir qué es el verdadero, el importante, el que debemos observar. Pues si no reconocemos el sexo que somos, poco o nada importa el sexo que tenemos y el que hacemos. Porque si trato de negar el sexo que soy, pasará lo que por desconocimiento ha venido pasando a lo largo de la historia: que presionamos o nos presionan a actuar según lo que creemos que corresponde a cada sexo. Errores como: si eres niño te deberían de gustar las niñas. Si eres niña te deberían gustar los niños. Deberías tener esta o aquella apariencia. Deberías de tener estos o aquellos modales. Estos o aquellos gustos, placeres o deseos. Y un largo etcétera.

Así que:

1. Pregunta a tu cerebro qué eres.

2. Observa si corresponde o no con tus genitales.

3. Y posteriormente, indaga, explora y disfruta el sexo que haces. El que te gusta hacer a ti. Sin importar si es o no lo que los demás esperan de ti. Recordando además algo fundamental, el sexo que haces, no es solamente lo que haces con tus genitales, no. Es lo que haces con tu mente, tus emociones, tus sentimientos, tu cuerpo entero, con las sensaciones. ¿Cómo harías el amor a tu pareja si no tuvieran ni vulva, ni pene, ni vagina, ni ano? ¿Cómo? Piénsalo. Olvídate de normas que reprimen. Infórmate. Lee. Conoce. Piérdele el miedo a la sexualidad. Es el valor más hermoso que podemos tener, pues somos sujetos sexuados, y no hay quien pueda no serlo.

Y cuando algo se complique o se dificulte, acude a un sexólogo. Estamos capacitados para atender los conflictos que están relacionados con la sexualidad. Y jamás deberá ser algo vergonzoso acercarse al conocimiento.

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Sexóloga Sustantiva. Educadora, conferencista y activista de los derechos sexuales. Máster en Educación Sexual y Sexología. Universidad Alcalá de Henares. Madrid, España.

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